El sector oleícola español se enfrenta en el corto plazo a nuevos e importantes retos a los que tendrá que dar respuesta adecuadamente para garantizar la rentabilidad del conjunto de los operadores que forman parte de él. Ante un espectacular aumento de la superficie dedicada a nuevas plantaciones de olivar, debemos centrar nuestros esfuerzos en incrementar la demanda mundial en niveles suficientes para absorber la oferta.

Por ello, desde Cooperativas Agro-alimentarias de España consideramos fundamental y estratégico, trabajar para dar solución a uno de los problemas más importantes que tiene el sector agroalimentario en su conjunto, la atomización.

El sector cooperativo está compuesto por más de 3.700 entidades, que agrupan a más de un millón de personas, y cuya facturación asciende prácticamente hasta los 29.000 millones de euros, representando un sector imprescindible en el entramado productivo, industrial y comercializador de nuestro país.

El sector oleícola sigue estando caracterizado por su elevada atomización. Prácticamente 2.000 almazaras conviven en nuestro territorio, compitiendo entre sí, dificultando la rentabilización de sus esfuerzos e inversiones. Con una producción nacional que representa más de 65% del aceite de oliva, las casi 900 cooperativas del sector oleícola juegan un papel fundamental en el mantenimiento de la actividad económica y social y en la vertebración del territorio. No hay que olvidar, que las cooperativas son las empresas de los agricultores y, por tanto, su principal objetivo es conseguir el máximo valor de las producciones de sus socios.

Por esta razón, desde las administraciones públicas, se ha considerado necesario poner en marcha medidas que fomenten la integración y la potenciación de grupos comercializadores de base cooperativa y asociativa como herramienta fundamental para contribuir al fortalecimiento del sector productor, al fomento del empleo rural y al desarrollo económico y social, favoreciendo la viabilidad y sostenibilidad de nuestras zonas rurales.

Gracias a la puesta en marcha de dichas políticas, en el sector cooperativo hemos vivido numerosos procesos de integración y fusión, que persiguen la creación de estructuras de mayor dimensión, profesionalizadas, capaces de tener un mayor acceso tanto a los mercados nacionales como internacionales y que sin duda alguna, contribuyen a mejorar la rentabilidad de nuestros socios, quienes de forma democrática tienen en todo momento el control de las decisiones de sus cooperativas.

El cooperativismo aporta incuestionables beneficios económicos y sociales al conjunto del sector agroalimentario.

Asimismo, se basa en principios que marcan importantes diferencias frente a otros modelos. Uno de ellos radica en el reparto de los beneficios obenidos fruto de la actividad de las cooperativas, que se realiza íntegramente entre sus socios, dedicándose parte de estos a la ejecución de inversiones y mejoras en sus instalaciones y/o procesos que permiten crear estructuras más potentes, aumentando su productividad y eficiencia y, en definitiva, su capacidad de competir más eficazmente.

Las cooperativas garantizan al socio la recogida de sus producciones y le brindan, además, un servicio de asesoría técnica personalizado y global, que abarca tanto temas vinculados con la producción y el manejo de las explotaciones, como asesoramiento en materia fiscal u otros temas administrativos.

En un sector oleícola que se enfrenta a un escenario internacional como el descrito anteriormente, con un potencial productivo cada vez mayor, y por tanto unas necesidades de comercialización también cada vez mayores, la figura de las cooperativas y el asociacionismo toma todavía más fuerza.

Con un mercado cada vez más abierto y liberalizado, sin instrumentos de gestión de la oferta, el cooperativismo es una de las pocas herramientas que los agricultores van a tener para afrontar los retos del futuro

Dicho esto, no cabe duda de que todo el mundo es libre de elegir la fórmula empresarial que mejor se adapte a sus necesidades, si bien exponemos un modelo que ha demostrado su eficiencia y su capacidad para sortear de la mejor manera posible, las dificultades económicas y sectoriales sufridas en determinados momentos de nuestro pasado.

La agricultura solo será rentable si consigue incorporar al valor de la producción el de la industrialización de los productos a la renta de los agricultores. Y esta posibilidad es la que ofrece el modelo cooperativo, con el cual, no solo se benefician sus socios, sino también los no socios, ya que el resto de la industria no cooperativa solo podrá mantener a sus proveedores si consigue pagar niveles de precios similares. Por todo esto estoy convencido de que el cooperativismo es la mejor solución para los agricultores españoles para su acceso al mercado, para la pervivencia de sus explotaciones y para su futuro. Por ello, el enorme éxito del cooperativismo, que no deja de crecer a pesar del compromiso que este modelo requiere, imponiendo normas estrictas y rompiendo con el individualismo tan arraigado en este sector.

Con un mercado cada vez más abierto y liberalizado, sin instrumentos de gestión de la oferta, el cooperativismo es una de las pocas herramientas que los agricultores van a tener para afrontar los retos del futuro.